ALEXIS DÍAZ: EL DESEO DE LO ÍNTIMO

A mediados del 2009, Alexis Díaz presentó una serie de 20 telas de gran formato bajo el común denominador de "Drosophila, Una Mente Privada". Diseñador, académico y un consolidado nombre en la plástica antofagastina, a Díaz nos aproximamos, precisamente, devolviendo la vista hacia esa propuesta expositiva rotulada con el nombre científico de la mosca de la fruta (drosophila). Y la mirada es la del arquitecto y Magíster en Historia del Arte, Arquitectura y Ciudad, Claudio Galeno, quien comparte con nosotros los textos que articuló para la muestra.

"Es recurrente que el pintor antofagastino Alexis Díaz nos invite a compartir la intimidad de su fetichismo situándonos en la posición de un voyeur. En el ámbito de lo psicológico, recurro a la idea de fetiche porque se refiere a la fijación erótica en alguna parte del cuerpo humano o de una prenda como objeto de excitación y deseo. Así, se podría decir, que esas fijaciones estén explícitas en la obra de Díaz, con sus musas insinuantes y sus prendas íntimas, pero él "desea" ampliar el accionar de sus historias.

El ser humano se mueve por el deseo, algunos lo han llamado voluntad, pero prefiero pensar en el deseo como el motor de las acciones del ser humano, ya que en ese concepto está implícito el impulso, el movimiento y una inevitable necesidad de querer hacer algo, en este caso, Alexis, un declarado admirador de Bacon, nos deja en manifiesto que las vibraciones son los agentes desnudantes.

El “deseo” como motor del arte, ha sido explorado en la obra de diversos artistas, bastaría con leer algunos análisis sobre Balthus o Freud. En ese sentido, lo que tiene esta serie “Drosophila”, es la mirada interior, presente en esta complicidad de situarnos en lo íntimo. De esa forma, Díaz nos incluye en estos interiores privados que son desnudados por las vibraciones desiderativas del artista, que se ha proyectado en los seres, objetos e insectos (drosophilas), perversos culpables, operadores de lo erótico.

De otra forma, a este espacio privado de su musas, donde todos los objetos son cómplices de su fetichismo, se suma la dramatización del color, que declaradamente inunda todo con excesiva luz, y se convierte en la herramienta que latiniza la obra, recordándonos que ese mundo íntimo se produce bajo la explosión carnavalesca y sensual de lo sudamericano".